Yo no he sido, ¡fue él! Asumir la culpa, reconocer que han roto o han hecho algo que no debían es un aspecto que a los niños les cuesta aprender y a los padres desespera.
Los niños quieren portarse bien, por eso cuando no lo hacen, la culpa pasa a ser de los demás y de esta forma evitan que lo consideren un niño malo.
Sabemos que ante un acto, sea negativo o positivo, debería haber una consecuencia, de ahí la importancia de enseñarles a no ocultarnos la verdad y a reconocer aquello que han hecho. Pero, ¿cómo conseguirlo?
En varias ocasiones hemos dicho que los niños, a través del juego aprenden y con juguetes como los de simulación crean su mundo de fantasía imitando el mundo real. Con estos juguetes compartimos con ellos momentos de juego e imaginación y al mismo tiempo que inventan historias se crea una complicidad entre padres e hijos.
Pero llega un momento donde los niños a medida que van creciendo empiezan a diferenciar la realidad de la ficción, lo que está bien y lo que está mal y es cuando pasan de decir mentiras piadosas a ser más premeditadas, con un único fin, evitar ser reprendidos o castigados.
Los motivos que llevan a los niños a mentir, a echar la culpa a otro y no asumir sus actos, son diversos. Exigirles más de lo que pueden dar, no prestarles la atención que necesitan o miedo al castigo, son algunos de los motivos que les llevarán automáticamente a mentir sin más.
Desde pequeños inculcarles valores como la honradez y explicar los beneficios que tiene decir la verdad, hará que se fomente el valor más importante de la vida, la confianza. Cualquier tipo de relación ya sea laboral, de amistad o familiar la confianza será la base.
Por tanto, fomentemos la comunicación familiar, enseñémosles a diferenciar lo que está bien y lo que está mal, ¿cómo? de forma fácil y divertida con la ayuda de juguetes de madera, para jugar y aprender y para crecer jugando.
Verónica Ríos
Pedagoga Col 1304